Lo abandoné en la noche y en el día; Lo abandoné en el arco de los años;
Lo abandoné en el ciego laberinto de mi propia memoria; y en medio de las
lágrimas, y detrás de las risas me escondía. Esperanzas fugaces vislumbré de lo
alto, pero rápidamente me vi precipitado a las sombras siniestras a las
profundidades abismales, para huir de esos Pies que todas mis jornadas perseguían.
Pero en persecución lenta y tranquila, con paso imperturbable, majestuoso,
caminaban los Pies, siempre constantes.
Y una Voz, más constante todavía que
los serenos Pies, me repetía: “Todo a ti te traiciona, porque Me traicionaste”.
“Nada quiere albergarte, porque tú no Me albergas; todo de ti se evade, porque
tú no Me llevas”.
En la loca aventura de juveniles fuerzas sacudí las columnas
de mis horas más bellas y entre mi propia vida me sepulté; sangrante y
mancillado emerjo de las ruinas de mis años perdidos; en los escombros yace mi
juventud doliente; y mis días crujientes, en humo evaporados se esparcen y se rompen,
como el sol en un río.
Esa Voz me rodea como un mar tempestuoso. “¿Está la
tierra acaso fragmentada, sin piedra sobre piedra, destrozada ?¡ Todas las
cosas huyen de tu alcance porque de Mí te fuiste ¡Vil quimera; acción inútil,
vana, lastimera! ¡No encontrarás quién quiera prodigarse un amor que mitigue
tus faenas! ¡El vacío será tu recompensa! “.
“Para lograr amor es necesario
algo que tú no has hecho: merecerlo. Barro humano. De todo lo creado la más
fútil arcilla. ¿No sabías que no has ganado méritos eternos? ¿De quién
esperarás amor sincero? Sólo de Mí; tan sólo Yo lo entrego “. “Todo te lo quité,
no para herirte sino porque en Mis brazos lo buscaras. Todo lo que creíste
perdido entre tus sueños infantiles, lo tengo en Mis moradas.
Levántate. Mi
mano te sostiene. ¡Ven a mi casa! “. A mi lado resuena Su pisada; ¿es acaso mi sombra,
la sombra de Su mano protectora que se extiende cuidando mi jornada? “Ven, tú
el más amado, el más débil, el más acongojado. No busques más: ¡Yo soy el que
buscabas! “.
Francis Thompson